BAILAOR DE CARNE Y SANGRE / by Margit Ingtoft

 

Joaquín Grilo

 

Ya en los años noventa tuve la suerte de disfrutar de un espectáculo de Joaquín Grilo —uno de los grandes bailaores flamencos de España— en el Teatro Albéniz, junto a Joaquín Cortés y Merche Esmeralda. 

Más de veinte años después, Joaquín Grilo vino a Dinamarca, y tras su espectáculo en Louisiana y la masterclass que impartió en El Duende, se me brindó la oportunidad de entrevistarlo. La entrevista enseguida se tornó en una amena conversación sobre el flamenco y su desarrollo, sobre su último espectáculo Leyenda Personal y sobre su propia evolución como bailaor flamenco.

 Era una tarde fría y con una ligera llovizna. Joaquín se subió el cuello del abrigo y miró con descontento, a través de sus finas gafas de metal, el cielo otoñal de Copenhague. Salimos de la peña flamenca El Duende, bajamos por Nørrebrogade y en los lagos giramos a la derecha; nos sentamos en la cubierta flotante del Kaffesalonen en Peblinge Dosseringen. Allí pedí una Carlsberg para Joaquín y un té caliente para Nuria (la esposa de Grilo) y para mí. Nos acomodamos los tres frente al lago, que se veía a través de la ventana. Joaquín estaba relajado, su mirada era amistosa y complaciente.

 Margit Ingtoft (MI): Me encanta poder tener la oportunidad de hacerte esta entrevista, Joaquín Grilo. Tú eres uno de los bailaores más importantes del momento. Estudiando tu carrera flamenca, vemos que desde los años 80 en adelante, has estado bailando con las compañías más importantes, sobre los más grandes escenarios y has recorrido gran parte del mundo. También has trabajado junto a grandes maestros, como el gran guitarrista Paco de Lucía y su sexteto. Debo decir que ha sido todo un lujo y un gran placer verte bailar este viernes en Louisiana, un escenario tan bonito e íntimo. ¡Fue una noche inolvidable! Si no me equivoco incorporaste piezas de tu ultimo espectáculo, Leyenda Personal(2010), pero también había palos jondos tradicionales, como la soleá, un palo menos visto en esa época.

Joaquín Grilo (JG): Sí, incluí partes y temas de mi obra Leyenda Personaly también bailé una soleá, porque me encanta bailar ese palo y porque creo que da la posibilidad al público de sentir la esencia de lo que es el flamenco; no siempre hay que bailar tangos. Además, me gusta mucho la energía que transmite en ambas direcciones, entre el escenario y el público. Yo me adueño de esta energía del público, la necesito. El público está mirando, pero yo también estoy mirando. Todos estamos, de alguna manera, dándonos la mano. Eso me encanta.


Los inicios

 

MI: Eres de Jerez de la Frontera, una de las cunas del flamenco, y empezaste a bailar muy joven en el estudio de danza de Fernando Belmonte y Paco del Río, pero ¿por qué empezaste a bailar inicialmente? ¿De dónde vino ese impulso de querer bailar flamenco? Tu hermana es cantaora de flamenco, tu hermano es palmero, vienes de una familia de artistas flamencos.

JG: No, no, yo empecé antes en el estudio de Cristóbal el Jerezano y Juanele. ¿Y que por qué flamenco? Bueno, porque vengo de una cultura flamenca. He tenido la gran suerte de crecer en una familia que ha vivido el flamenco desde dentro, en bautizos, en bodas... mi padre era un gran aficionado al flamenco. Y no sé, la vida te va a llevando a un sitio determinado, sin saber bien por qué. Por casualidades de la vida, no lo sé. Creo que la intuición y la forma de dejarte llevar es lo que te hace vivir de una manera determinada. O al menos así es a una cierta edad. Ahora uno se plantea más el porqué vive así ¿no? Pero creo que es algo que surge, que no se busca. Es algo que tienes que amar y tienes que vivirlo. Es una forma de vida. Y yo tengo la suerte de vivirla. Podría haber sido de otra manera, pero me tocó esto.

MI: ¿Y en qué punto supiste que el flamenco sería tu carrera profesional? 

JG:¡Yo no lo sabía! Como te comenté antes, eso empieza como un juego. Es natural para ti, lo vives, te gusta, entras en distintas academias, como la de Cristóbal el Jerezano y Juanele... Luego, surge la oportunidad de entrar en el estudio de danza Fernando Belmonte, donde ya empiezas a conocer otros tipos de baile, otro tipo danza, tanto clásico como regional, como boleros...

MI: ¿Has bailado todos estos tipos de baile?

JG: Sí, afortunadamente. Yo creo que me han enriquecido mucho en mi forma de entender el baile y, especialmente, el flamenco; y también me han aportado otras cosas: plasticidad, elasticidad, giros, en fin, cosas que te hacen tener más recursos. Luego tuve la gran suerte, en el estudio de Fernando Belmonte, de conocer a mi mujer, quien también bailaba. Para mí esa etapa fue muy significativa en mi carrea. Más tarde, me fui a Madrid y a partir de ahí fueron surgiendo cosas muy importantes para mi carrera. Sin embargo, nunca he pensado en buscar nada, siempre me he dejado llevar. He sabido ir aprendiendo e ir llenando la mochila, esa mochila interior donde llevas cositas. Ha habido muchas cosas importantes y bonitas en mi vida, afortunadamente, pero siempre por casualidad. Cosas que te van poniendo en el camino.

MI: Yo tuve la gran suerte de verte bailar en un espectáculo, ya en abril de 1993 en Madrid, en el teatro de Albéniz, donde bailabas junto con Joaquín Cortés y Merche Esmeralda, y más tarde con Lola Greco. Un espectáculo muy bonito y fuerte, con el que llevabas el flamenco puro a los escenarios de la burguesía. Un espectáculo lleno de 'gitanería', con los mejores músicos de aquella época y los mejores bailaores.  Este viernes en Louisiana (Dinamarca, el norte de Zelandia), veintitrés años después, te veo bailar en un espectáculo de nuevo muy bonito,  fuerte y personal, también lleno de 'gitanería' y con los mejores músicos. Está claro que la música flamenca, en general, y tu baile —tu manera de moverte tan rítmica y relajadamente, como dejando el cuerpo caer— han cambiado muchísimo. ¿Cómo explicas ese cambio? ¿Cómo ha sido el camino de tu desarrollo artístico? ¿Qué te ha inspirado?

JG: Sí, que interesante, ¿no? Bueno, supongo que he estado buscando mi camino, y que todavía estoy ahí, que aún queda por llegar a la meta; yo buscaba una manera de bailar, pero insisto, sin pensarlo. Todo lo que me ha ido surgiendo, lo que he vivido, lo he trasladado a mi vida artística y personal, y eso me ha servido para evolucionar. Además, he estado con los mejores artistas y siempre he intentado aprender. Quizás lo más importante de todo es que con la madurez uno empieza a entender las cosas de una manera diferente. El hecho de hacer menos para dar más. Antes hacía más cosas, pero daba lo mismo, o menos, que ahora. La madurez te proporciona otra manera de entender la vida y saborear las cosas de forma diferente. Y bueno, a cierta edad uno cambia. Supongo que cuando tenga diez o veinte años más entenderé el baile de otra manera, entenderé la música de otra forma. Creo eso es interesante, ¿no? Ir cambiando por la vida, por los ciclos de tu vida. 

La tradición

 MI: Y ese cambio del que estás hablando, ¿lo entiendes como un cambio de la tradición, digamos, una ruptura con la tradición? ¿Bailas todavía dentro de la tradición flamenca?

JG: ¡Sí, siempre vivo dentro de la tradición! Eso es lo más importante. La tierra, la raíz. Pero el árbol crece. Cuando un árbol está chiquitito, está muy cerca de la tierra. Luego, según va creciendo, se hace cada vez más fuerte y cada vez saca más ramas. Y cada rama va buscando, independientemente, el sol para alimentarse. Hay artistas que se mueven así. Van buscando sin pensar qué quieren, van buscando su manera, pero siempre desde la tradición, desde la raíz. Si te sales de la raíz, estás perdido. El momento en el que la raíz de un árbol se sale, puede volcar, puede caer. La raíz se nutre de la tierra, por eso un artista siempre tiene que trabajar desde la raíz. Y para mí, cómo artista, tiene que ser así.

MI: Pero, veo también que tu baile flamenco es muy moderno. Estás bailando solo con la batería y tus movimientos son relajados, dejas caer el cuerpo, hay un aire de libertad…

JG: Esto son improvisaciones en el escenario que salen cuando uno está feliz, o incluso pueden ser un recurso cuando estás cansado, es algo con lo que puedes jugar; al final se queda dentro de ti y conforma tu personaje. Uno no puede bailar solamente de una manera. Hay muchas formas diferentes de bailar, y eso es lo interesante: cómo mostrarte desde diferentes ángulos. No solamente rígido; todo depende, puedes estar rígido y, al mismo tiempo, ser romántico, puedes ser malvado y, al mismo tiempo, borracho...

MI: ¿Y cómo ha recibido la gente esa manera de bailar?

JG: Yo creo que lo interesante de esto es que la gente conoce y acepta el estilo o la forma personal de cada artista. Yo me siento aceptado con lo que hago. Pero aunque no lo fuera, lo seguiría haciendo pues es lo que tengo, lo que siento. No tengo prejuicios a la hora de bailar así. Me gusta ser libre. No pienso que deba hacer algo para gustar a la gente, simplemente lo hago porque así lo siento. Cuando bailo, no puedo pensar. Cuando bailo solamente me dejo llevar.

MI: Y esa es justamente mi siguiente pregunta.

JG: ¡Te la ha robado! (Joaquín echa una sonora carcajada.)

MI: Sí, porque me gustaría preguntarte: este viernes en Louisiana bailaste cinco o seis palos, y empezaste con un solo acompañado únicamente por el baterista Ané.  El resultado fue muy llamativo y potente, zapateando y comunicándote con el público. Está claro que tienes recursos, pero ¿de dónde sacaste la fuerza para bailar toda la noche, física y mentalmente? ¿En que espacio entras, si es posible explicarlo?

JG: No lo sé. Es algo que vas aprendiendo en la vida. Es, como lo expliqué en la clase, buscar hacia dentro. Eso es muy importante. Es un truco, es como entrar en estado. Cuando entras en ese estado —yo muchas veces lo comparo con hacer submarinismo, como cuando entras en el agua—vas perdiendo oxígeno y te pones nervioso y subes corriendo. Pero si lo aguantas, ¿qué pasa? Puedes morir bajo del agua, ¿verdad? En el flamenco pasa igual. Si tú entras no hay respiración, nada, solo hay ritmo y música. No piensas en otra cosa. No te agotas, solo eso; y puedes morir allí, pero sigues.

La intuición y el baile


MI: En la clase dijiste que el baile flamenco tiene mucho que ver con la intuición y nada con la razón.

JG: Sí, con la razón te pierdes, siempre. La técnica es la razón, lógicamente. Tú vas a un estudio razonando y pensando: cómo va el pie, cómo va la mano, y que con eso ya… práctica y práctica. Eso está bien, ¡pero la razón no vale! Hay que tener intuición.Porque si no, no puedes tener almaHoy en día hay muy buenos intérpretes en el baile. Intérpretes, pero no artistas. Falta gente con alma, que es lo más complicado. Hay muy buenas bailaoras, hay muy buenos guitarristas. Hay muy buenos cantaores, pero, ¿saben transmitir? Eso es muy complicado.

MI: Y no se puede explicar tampoco.

JG: No, no se puede explicar. Nace contigo. La capacidad de desnudarse ante el público, abrir el alma, buscarla. El alma no es algo físico, es espiritual; hay que buscarla. Y la única manera es siendo humilde en el escenario. Entregarte a quien viene a verte. Primero están los músicos, ellos tienen que sentir contigo lo que estás dando porque es una unión. Y eso tiene que ver con tu primera pregunta: la comunicación con todo el mundo. La gente te da energía. Tú se la robas. El artista es el vampiro de la energía. Sí, roba de la gente la energía. La gente está ahí y tú quitas y quitas energía. Y la energía que te llega, se la devuelves. Es como si entrara en ti y tú se la volvieras a dar. Es circular, es la vida: el ciclo de la vida. Empieza y se va, empieza y vuelve. No es una línea recta. El tiempo es redondo. El ritmo es redondo. Si fuera lineal, algo se perdería.

MI: A mí me parece que hay una dimensión casi religiosa en el flamenco. ¿Tú también lo ves así?

JG: Sí, sin duda. Es algo muy espiritual. Por eso el flamenco es minoría, siempre será minoría. Ahora hay artistas que llegan de muchos sitios, pero la realidad es que hay pocos que entienden flamenco en su esencia; hay muy pocos aficionados que saben escuchar una seguiriya, porque aburre si no la entiendes, si no sientes lo que estás escuchando. Todo el mundo hoy puede entender el tango y la bulería, el “vamos que nos vamos” y los tonos actuales de jazz y de Brasil, la bossanova, etc. Hay mucha mezcla ahora, y es algo muy interesante, pero la verdad es que la raíz, de donde bebe el flamenco, es minoritaria.

MI: ¿Y también en Andalucía, y en Jerez de la Frontera, es minoría?

JG: Sí, es una minoría. Pero Jerez, afortunadamente, es solo un sitio; también está Utrera, Lebrija, Sevilla, los Palacios... sitios donde la gente sigue nutriéndose de la raíz, los hay con diez, doce o quince años, que pueden cantar por seguiriya y sentirla. Eso es increíble.

MI: ¡Sí, es increíble! ¿De dónde sale eso?

JG: De la raíz, que es lo que conserva. Y lo que necesita ser conservado. Es muy interesante lo que ocurre en estos pueblos.

MIY te pone la piel de gallina.

JG:Pero eso lo siente muy poca gente. Tú escuchas el 'quejío' cuando alguien canta y la gente reacciona con un "¡Olé!", eso es algo muy espiritual, es una forma de vivir. Tú puedes escuchar un “Ay” y sientes algo, ¡con un simple “Ay”! No hay letra. Olvídate de las letras. Solamente con el 'quejío', con la forma de interpretar, ¡sin más! Eso es, nada más. Es el grito humano. La primera forma de expresión, la prehistoria, lo primero... y nosotros seguimos manteniendo eso, ese grito.

MI: En tu baile además veo mucho toreo, que también es un arte muy espiritual.

JG: Con el toreo, sí, hay un vínculo. Creo que tiene mucho que ver con el arte del toro y los toreros. Yo los veo como bailaores, como bailarines. La forma de componerse, de andar, la música... En una buena faena, la banda toca para que el torero se inspire. Es muy parecido, o sea, que tienen mucho en común. Es una historia que va muy unida: los toreros y los artistas flamencos siempre están juntos. A ellos les gusta estar con los flamencos y a los flamencos les encantan los toros. Casi todos los toreros quisieran ser flamencos, y casi todos los flamencos quisieran ser toreros. De hecho, yo he toreado una vez. Me gusta mucho, claro.

El bailaor de trapo

 MI: El crítico Manuel Bohórquez [1]te definió como el bailaor de trapo. ¿Qué te parece?

JG: Me gusta. Porque me gusta ser de trapo también. Todos somos un poco trapo, en realidad. Lo que pasa es que siempre queremos dar a entender a los demás que somos duros y nos ponemos el escudo para protegernos. Pero en realidad cuando estás solo, eres un trapo. Tú sabes realmente quién eres, y eso tienes que darlo en tu baile. Es una parte de tu baile, que busca esa expresión. Ser un bailaor de trapo es muy difícil. Los maestros de antes marcaron una época muy importante en el flamenco, y todos hemos aprendido de ellos. Pero hay cosas que con las que yo no estoy de acuerdo, lógicamente. Todos tenemos una manera de movernos. Vicente Escudero decía que un bailaor no debía nunca bracear ni girar las muñecas como una mujer. Tenías que bailar con las manos juntas y siempre así, sin moverlas, siempre tenían que estar rectas. Yo no creo en eso. Yo creo en la libertad. Yo soy libre. El baile es libre. El arte es libre.

MI: Mientras veía tu último espectáculo Leyenda Personal, me vino a la cabeza Pinocho cuando se libera de las cuerdas. Me pareció que tú, en tu baile, también te liberabas de “lo correcto” en el flamenco.

JG: ¡Perfecto! Me encanta esa interpretación. Estamos hablando del tronco. Pinocho viene de un tronco. Yo antes era tronco. Cuando uno nace, se alimenta del tronco y poco a poco crecen las ramas. Y las ramas ya con el viento se pueden mover. Tienen libertad. De hecho, Pinocho fue un niño de madera que al final se hace de carne y hueso. Hay una evolución. 

Realmente, cuando hago la parodia en la Leyenda Personal, donde me cuelgo con la chaqueta y los hilos, puedes ver que arriba hay muñecos grises. ¿Sabes que significan los muñecos grises? Durante la guerra civil, en España 'los grises' era la gente que sometía a los demás a una dictadura. Se les llamaba 'los grises' porque vestían de gris. Manipulaban a la gente, fusilaron a la gente. Por eso, el arte estaba manipulado. El pueblo estaba manipulado. Yo estaba colgado de ellos. Y por eso me quito todo, no lo quiero. En la obra existe también esta dimensión política de la historia, porque, aunque soy anti político, creo que es necesario reivindicar que el pueblo sea libre, que las personas sean libres. Sin dictaduras. Todos somos iguales ante todos. 

MI: Y los músicos iban pintados con el color de la tierra, al igual que su ropa.

JG: Sí, ellos son la tierra. Eso es lo que me da a mí de comer, musicalmente. Y ellos dan para que yo pueda beber de ahí. Mi hermana es el árbol y yo soy la persona que vive ahí. Y necesito ser libre, claro. Nazco de ahí, del árbol, por eso hay un momento en el que salgo de una tela que representa un árbol. En la escena se ve muy bien. Salgo de ahí debajo, de la tierra. Y nazco de ahí, del árbol, de la tierra. Y lo que tengo siempre al lado es mi sustento: la música y el ritmo. Eso lo que me hace ser quien soy. 

Las raíces

MI: Eso es algo muy especial para Andalucía y para el flamenco, ese estar siempre tan cerca de la tradición, de las raíces.

JG: Sí, creo que cuando la gente se encuentra con eso se emociona. Cuando veo al público, como el del otro día o en esta gira, que sale y reacciona de esa manera, cuando veo que la gente se emociona... eso es lo más grande. Es lo que te hace seguir en esto. No es otra cosa. El que la gente se reencuentre. Porque hay un reencuentro entre la gente y la comunicación, una comunicación que se está perdiendo con la evolución. Conoces a una persona en Australia por el teléfono o por el ordenador, pero no conoces a tu vecino. No tienes comunicación con él. Y eso siempre ha sido importante para el ser humano: la comunicación directa. Y cada vez se está perdiendo más. Llegará un momento cuando no habrá teatros. Aún no sabemos, pero en el futuro toda la comunicación será a través de una pantalla: hay una actuación de no se qué… en la tele; pagas y en tu casa, en pijama, ves una actuación. El flamenco ahora está en todos los medios, pero lo primordial, la raíz se está perdiendo. Se están perdiendo muchas cosas. Es la evolución. El artista cada vez copia más. Antes, al no haber los mismos medios comunicación, uno tenía que buscarse la vida para crear una historia. Ahora todo el mundo se fija y todos son iguales bailando y cantando, porque tienen muchas referencias. Y esto puede ser bueno y malo a la vez, porque dejas de ser independiente, para depender de muchas cosas. Ahora el móvil siempre está puesto y si no hay batería: ¡ah! Antes no había teléfonos y la gente vivía. Ahora dependemos de muchas cosas, estamos atrapados. Pero la realidad es que no nos hace falta nada, solo nos hace falta vivir… Hay gente que todavía vive en islas en las que no hay nada, ¡ni agua, ni luz, nada! y viven. Aquí estamos muy manipulados.

MI: ¿Y puede ser que con esta experiencia de estar en contacto, de comunicar, mirando tu espectáculo estemos también respirando un poquito contigo?

JG:Sí, dejarse llevar. No pensar. Simplemente disfrutar de lo que se hace y de lo que ves. Cuando voy  a un espectáculo tampoco pienso, yo voy como espectador y me gusta ser el espectador también para recibir. Yo personalmente, no pienso en analizar o leer antes qué es lo que se va hacer. Simplemente se apaga la luz del teatro y siento. Quiero recibir y sentir. Eso es todo. Hoy hay mucho perjuicio en querer saber cómo está hecho el espectáculo, la línea tiene que llevar… ¿por qué? Primero hay que ver el espectáculo. Si es de cante, quiero escuchar el cante. Y si es de baile, quiero ver bailar. Y después las luces, el vestuario, la historia, lo que tú quieras, pero primero, el baile. Es lo que vengo a ver, el baile.  

MI: ¿Y el futuro?

JG:Tengo una ilusión ahora muy importante en mi vida —aparte de mi familia que es lo primero, mis hijas y mi mujer—. Ahora Nuria y yo tenemos un proyecto muy interesante: estamos montando un estudio en Jerez de danza, para descubrir a artistas de mi tierra, para que no tengan que irse fuera a buscarse la vida, para que todo se pueda se hacer en tu tierra. Que tenga además un nivel a la altura del Ballet Nacional o del Ballet Andaluz. Y que sea gente de allí, porque hay una cantera inagotable de gente. Pero hay que ayudar. Tengo muchas ganas de dar y regalar toda la mochila que llevo llena. Quiero entregársela a alguien. Me gustaría descubrir cosas con gente joven. Esa es la ilusión para mí. Aparte de muchas otras cosas que me rondan en la cabeza de nuevos espectáculos. Y también me gustaría volver a Dinamarca. 

***

Vicente Escudero (1888-1980) bailaor, coreógrafo y teórico flamenco quien, entre otras cosas, estableció un decálogo sobre el baile flamenco masculino, que caracterizó a su propia generación de bailaores y a la generación posterior con una masculinidad fuerte y expresiva: 1. Bailar en hombre 2. Sobriedad 3. Girar las muñecas de adentro a afuera, con los dedos juntos 4. Las caderas quietas 5. Bailar 'asentao y pastueño' 6. Armonía de pies, brazos y cabeza y la nariz en su sitio, como solía añadir bromeando 7. Estilo y acento 8. Estética y plástica sin mixtificaciones 9. La indumentaria tradicional 10. Lograr variedad de sonidos con el corazón, sin chapas en los zapatos, sin escenarios postizos y sin otros accesorios.

 

Joaquín Grilo nació en 1968 en Jerez de la Frontera,en Pozo Olivar. Comenzó su carrera profesional como bailaor principal con tan solo quince años en el Ballet Albarizuela, con el que hizo diferentes giras por Francia, Inglaterra, Suiza, Marruecos, Israel y Japón. Desde entonces, Joaquín Grilo ha logrado más de lo que la mayoría de los bailaores pueden soñar. Ha participado en 18 DVDs y CDs — p.ej.: Paco de Lucía Directo Alemania, 1996 (DVD); Jóvenes Flamencos,vol 5; o la película Flamencode Carlos Saura, 2004 (DVD)—. Joaquín Grilo ha recibido diecisiete premios como primer bailarín, entre los que se incluyen el "Primer Premio Vicente Escudero XII", "Concurso Nacional de Arte Flamenco" (Córdoba, 1989) y "Premio de la Crítica" por su espectáculo Leyenda Personal, en 2010. Además, Joaquín Grilo, bailó como solista en la "Compañía Teatro Ballet Español", colaboró con el guitarrista Vicente Amigo en "De mi corazón al Aire", en 1993; y realizó varias giras con Paco de Lucía y los músicos Jorge Pardo, Carles Benavent, José M. Bandera, Juan Manuel Cañizares, Rubén Dantas, Ramón de Algeciras, Pepe de Lucía y Duquende, entre otros, entre 1994 y 1999,  giras que alternó con sus propias obras y espectáculos en festivales nacionales e internacionales.


Dinamarca, LOUISIANA – Museum of Modern Art 7.  octubre 2016.
Joaquín Grilo – baile, Juan Requena – guitarra, Carmen Grilo – cante, Ané Carrasco – percusión
Colaboración con el texto: Tiitta Karjalainen y Laura Esteban
Entrevistadora: Margit Ingtoft www.flamenco.dk

 

[1] Manuel Bohórquez, El Correo de Andalucía, "Obra rotunda del bailaor de trapo",25 marzo de 2011.